lunes, 15 de febrero de 2010

Polilla

Una polilla en el ciento sesenta y ocho

y nadie se incomoda,

sí con el olfato del borracho

de vino en la Mirinda.


Vuela su parcela de aire,

constante contra el vidrio

y nadie se incomoda,

tampoco la de verde rúcula

que ve la polisha,

que para sorpresa de nadie

bajará en Palermo Hollywood.


Una polilla en el ciento sesenta y ocho

nos entrenaron en el juego de las sillas

y matamos por asiento.


Polilla que por inercia

no muere en la frenada

y los viejos que por orgullo

viajan de parado.