y nadie se incomoda,
sí con el olfato del borracho
de vino en la Mirinda.
Vuela su parcela de aire,
y nadie se incomoda,
tampoco la de verde rúcula
que ve la polisha,
que para sorpresa de nadie
bajará en Palermo Hollywood.
Una polilla en el ciento sesenta y ocho
nos entrenaron en el juego de las sillas
y matamos por asiento.
Polilla que por inercia
no muere en la frenada
y los viejos que por orgullo
viajan de parado.