martes, 27 de enero de 2009

El juego

Su última tarde tuvo menos siesta.
Casi no sabía lo que era jugar con el aro ante el sol de las 4. Pero el jueves salió disparada de orgullo para mostrar a sus amigas la transgresión a su padre y su temor a las insolaciones.
Sin embargo, sólo una sombra se veía despierta sobre el empedrado que da a la cárcel de Caseros.
Quiso esconderse en el vagón abandonado, según los presos que se asomaron. Pero nadie se preocupó por consultarles.

Nacho